El área del Sureste mesoamericano fue señaladamente maya. Englobó a
todos los pueblos de dicha tradición, y fueron pocos sus habitan tes que
cultural y lingüísticamente no pertenecieron a ella. Grosso modo el área se
divide en tres partes de caracteres geográficos y culturales. La zona sur
comprende territorios de Chiapas, Guatema la, El Salvador, Honduras, Nicaragua
y Costa Rica; es una franja que va de confluencia de las Montañas del Norte de
Chiapas al Golfo de Nicoya. Es precisamente aquí donde convivieron los pueblos
no mayas con los mayas. En la zona predominan las tierras altas (a más de 1200
metros sobre el nivel del mar), frescas o frías, de relieve acciden tado,
abundantes valles aislados y cuencas lacustres de importancia; pero en la
región del Pacífico la altitud desciende abruptamente, formándose una larga
faja costera, de clima tórrido y ricos suelos aluviales La zona central va del
Golfo de México al Caribe. Ocupa tierras bajas, calientes y húmedas, de selva
densa, alta y lluviosa.
La zona norte corresponde a poco más de la mitad septentrional de la
Península de Yucatán. Es también un área de tierras bajas, pero con una
pluviosidad marcadamente inferior a la de la zona central.
En la zona sur estos tres siglos y medio están marcados por la suerte
de Kaminaljuyú, un antiguo y próspero centro comercial que siguió con exactitud
los cánones arquitectónicos de Teotihuacan en sus construcciones ceremoniales.
El Clásico Tardío ha sido definido como la época de florecimiento por
antonomasia en el área del Sureste. Sin embargo, no hubo un auge similar en las
tres zonas analizadas. En la zona sur, en el Valle de Guatemala, al decrecer la
influencia teotihuacana se produjo un clímax demográfico y constructivo que
culminó hacia 800 o 900 dC.
Uno de los problemas más graves al que se enfrentan los mayistas es el
relativo a la subsistencia de una población tan numerosa como la que se calcula
para el Clásico Tardío, sobre todo en el ambiente de la selva lluviosa.
La estela es el indicador histórico por excelencia del periodo de esplendor
maya. Subyace en su elaboración una concepción que fue el punto nodal de muchas
otras creaciones culturales. En ella confluyen creencias, conocimientos,
prácticas y manifestaciones artísticas que remiten a la ideología del poder.
Cíclicas fueron también las guerras sagradas, marcadas por el curso
venusino. Los ejércitos se enfrentaban para honrar a la Estrella de la Mañana,
y los cautivos eran sacrificados a los dioses para confirmar el cumplimiento
periódico de los destinos.
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