Monte
Albán alcanzó el rango de ciudad en el Preclásico Tardío. Desde entonces
tuvieron que transcurrir varios siglos para que el urbanis- mo se implantara
plenamente en casi toda Oaxaca. A lo largo y ancho de esta área se propagaron
las capitales que concentraban grandes poblaciones claramente estratificadas.
Se trata en su mayoría de asenta- mientos inusualmente nucleados en cuyo
corazón se levantan templos, palacios, juegos de pelota y otros edificios de
proporciones ciclópeas, así como monumentos pétreos con inscripciones que nos
revela el uso de una escritura bien desarrollada. Eran verdaderas ciudades que
centralizaban el poder político y religioso de vastos territorios ocupa dos por
sitios jerarquizados en varios niveles, según su importancia.
Monte
Albán, desde lo alto de un certo ubicado justo en la interseción de los tres
ramales-Etla, Tlacolula y Zimatlán-, dominaba una fértil comarca agrícola, rica
también en fuentes de abastecimiento de agua, cal, arcilla propia para la
alfarería, sal y pedernal. Durante su máxima expansión, en la fase IIIB, la
ciudad se extendía sobre unos 6.5 km2, ocupando los cerros Monte Albán,
Atzompa, El Gallo y Monte Albán Chico. Según cálculos conservadores, tendría en
ese entonces entre 15000 y 30000 habitantes. A diferencia de otras ciudades
mesoamericanas, Monte Albán careció de grandes avenidas y caminos que
organizaran el espacio urbano. En cambio, el orden del asentamiento lo daban la
Gran Plaza y Atzompa, los dos distritos ceremoniales y administrativos de la
urbe, en torno a los cuales se distribuían las terrazas habitacionales. Para
Kent V. Flannery, las mejores pruebas de la supremacía política, económica y
religiosa de Monte Albán en el Valle de Oaxaca son la riqueza y la
monumentalidad de sus templos y palacios.
Los dignatarios de Monte Albán eran enterrados con ricas ofrendas compuestas de ornamentos de concha, piedra verde, tecali, mica y obsidiana, así como de figurillas toscas de piedras duras. No obstante, los objetos más comúnmente encontrados en sus tumbas, y privativos de la cultura zapoteca, son las urnas de cerámica grisácea.
Los dignatarios de Monte Albán eran enterrados con ricas ofrendas compuestas de ornamentos de concha, piedra verde, tecali, mica y obsidiana, así como de figurillas toscas de piedras duras. No obstante, los objetos más comúnmente encontrados en sus tumbas, y privativos de la cultura zapoteca, son las urnas de cerámica grisácea.
La
historia clásica de Monte Albán suele dividirse en dos grandes fases. La
primera de ellas, conocida como Monte Albán IIIA (250-600 dc) se singulariza
por la existencia de relaciones sumamente estrechas entre el Valle de Oaxaca y
el Centro de México.
La fase Monte Albán IIIB-IV (también llamada Xoo y con fechas 600-800/900) corresponde al máximo esplendor del sitio y a la disminución de los contactos con la Cuenca de México como consecuencia del colapso teotihuacano.
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